La finca de la Fundación Botín en Puente de San Miguel ( Cantabria) alberga unos magníficos jardines cercanos a la capital montañesa. Estos fueron creados alrededor del solar de un antiguo mayorazgo del siglo XV y son el resultado de un esfuerzo continuado de mejora y embellecimiento del lugar durante más de 150 años. La inspiración científica, el afán naturalista y el amor por el Arte han guiado las aportaciones realizadas por cinco generaciones de la familia Sanz de Sautuola – Botín, propietaria de la finca.
El trazado a la inglesa del jardín antiguo – a base de grandes praderas de césped salpicadas de multitud de árboles impresionantes, conectadas por caminos ondulantes – data de mediados del siglo XIX y ha sufrido muy pocos cambios hasta hoy. Esta ordenación “naturalista” acogió la plantación de la importante cantidad de especies exóticas que se conserva en el jardín. Fue tal el interés de la familia por aquellas, que la parte más cercana a la casa solariega se convirtió en un auténtico “jardín de aclimatación”.
Desde el principio se dejó crecer libremente al arbolado sin sufrir poda alguna, ya que el iniciador del jardín, Don Santiago Sanz de Sautuola, era absolutamente contrario a esa práctica jardinera (tan de moda entonces como ahora). A él se le atribuye un curioso escrito sobre el tema con el nombre tan expresivo de “Conspiración de los jardineros contra los árboles”.
El resultado de aplicar sus ideas siglo y medio más tarde es asombroso: una colección de árboles inmensos, completamente sanos y extraordinariamente hermosos adorna ese parque singular; valga como ejemplo la enorme Magnolia con ramas desde el suelo situada cerca de la casa solariega y que es considerada la mayor de Europa.
Junto a ellos, complementándolos, encontramos estupendas creaciones en piedra embelleciendo la finca. Tales como la impresionante portalada de la entrada principal, ornada con el escudo familiar, el gran monumento a los descubridores de las cuevas de Altamira o el exquisito jardín de estilo español diseñado en los años 50 por el paisajista Javier de Winthuysen, entre otras obras.
El jardín nuevo, pese a ser una creación más moderna, aún conserva el carácter agrícola que tuvo originalmente la finca, pues hay allí plantaciones frutales en producción y una huerta ornamental que haría las delicias de un “gourmet” esteta.
A lo largo del paseo por este parque, en cuyo diseño participó la paisajista y profesora Carmen Añón, hayamos escondido entre setos ondulados de laurel el estanque de los espejos, un sugerente laberinto visual alrededor de un estanque circular. La rosaleda, la avenida de los alcornoques, o el lago con su cascada, puente japonés y mirador de piedra son otras de las atracciones del jardín. Tampoco en éste falta el arte, ya sean las piedras talladas de columnas y bancos o la preciosa escultura de una joven en bronce que corona la gran cascada de rocas sobre el lago.
Merece la pena, pues, acercarse a esta finca antigua de la nobleza montañesa para contemplar esas obras extraordinarias que nos ofrecen la naturaleza y el espíritu creativo de los artistas.
Fotos por gentileza de Carmen Hortelano Lecubarri
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